Poder: del individuo al conjunto

Francisco Grandón González, Mg. Comunicación Política

El triunfo del individuo

Uno de los grandes triunfos de la dictadura cívico militar que sufrió Chile desde 1973 a 1990, que ha sido el centro de las críticas durante los años previos al 18 de octubre de 2019 y se ha exacerbado posteriormente, es la incorporación y perpetuación del sistema neoliberal.

La dictadura y el neoliberalismo, en conjunto, acabaron con la concepción de unidad. El primero prohibió el funcionamiento y articulación de los partidos políticos durante ocho años, privando a las personas de la posibilidad de asociarse y actuar en relación a un proyecto común. Mientras que el segundo ahondó en la división y fractura social, fomentando la competitividad y el individualismo en favor de la consecución de los logros económicos y la oportunidad de desplazamiento en la escala social. El poder ciudadano se vio debilitado, perseguido, prohibido y obligado a permanecer en el ostracismo.

Derrocada la dictadura, con el sistema neoliberal ya implantado en lo profundo de la sociedad chilena, los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil tuvieron por necesidad, tras el oscurantismo dictatorial, volver a construirse y posicionarse como opciones válidas de liderazgo con la ciudadanía. Era necesario construir y consolidar nuevas instituciones de poder. Lo consiguieron, al menos pero unos años.

Un golpe de realidad

Tras más de treinta años, el poder tradicional, comprendido como el dominio de alguien por sobre el otro, fue trastocado, y los partidos políticos y sus élites se vieron profundamente afectadas por este significativo cambio. La desigualdad social, observada desde la perspectiva del clivaje élite y ciudadanía, se hizo insostenible, rompiendo paradigmas tradicionales que habían sido perpetuados durante la dictadura y el sistema neoliberal impuesto.

Los conceptos como competencia e individualismo, que habían primado por sobre la empatía y la unidad, fueron sustituidos por estos últimos tras los hechos acontecidos el 18-O. Los partidos políticos tradicionales, que se amparaban bajo la concepción tradicional de poder, fueron despojados de aquellos pilares (ya bastante deteriorados) que los cimentaban y validaban. Detrás de las ilusiones que los sustentaban no había mucho, la unidad y la acción conjunta se había desvanecido (el reciente proceso de refichaje da cuenta de ello). El velo no les permitió ver más allá de lo que la vista le permitía observar. La realidad los golpeó sin ellos entender por completo lo que ocurría.

Resignificación del poder en la sociedad chilena

El despertar social de octubre de 2019 no viene mas que a confirmar la necesidad de establecer nuevas lógicas bajo las cuales se debe comprender el poder. Se hace imperativo establecer marcos sociales y políticos que permitan prosperar los proyectos que prioricen lo colectivo por sobre lo individual. Los liderazgos mesiánicos, que parecen tan vigentes, trastabillan y se ven trastocados bajo la construcción de un poder social unificado que, en conjunto, es capaz de construir liderazgos en relación a los intereses mutuos  de quienes se movilizan. La construcción del poder debe encaminarse hacia la consolidación de lo mutuo, de la cooperatividad y de los intereses colectivos por sobre los individuales.

Si las organizaciones políticas (no solo los partidos) son capaces de ser entes articuladores de esta noción de poder enfocada en la vinculación y en el accionar de esta entidad cohesionada, podemos ser espectadores y artífices del fin de algunas de las principales concepciones que fueron talladas a fuego en la sociedad chilena post dictadura. El poder de los partidos y organizaciones sustentadas bajo personalismos debe ser reemplazado por la construcción de proyectos mancomunados.

Llevando una minúscula parte de lo escrito por Hannah Arendt al actual contexto chileno: el poder surgió ahí donde los secundarios se juntaron y actuaron concertadamente, propiciando un conjunto de acciones que ha llevado a toda la ciudadanía a unirse en torno a un objetivo común; una nueva Constitución.

El desafío de todos quienes fueron capaces de articularse y unirse está ahora en la capacidad para encontrar elementos que permitan mantener este pensamiento colectivo y materializarlo, construir bases sociales que posibiliten la continuación del poder frente a los diferentes escenarios que el futuro presente a esta pluralidad unificada que se ha concretado. Tendremos que decidir entre todos el tipo de poder que deseamos perpetuar; poder o poder.

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