Gonzalo Bacigalupe, Profesor U. de Massachusetts Boston – Investigador Asociado CreaSur, U. de Concepción.
Publicado en El Mercurio, 20 de agosto de 2020.
“El desconfinamiento requiere recuperar la credibilidad, confianza y la participación ciudadana”.
Gran parte del país pronosticó que el virus tendría una vida relativamente breve. Que remecería al país como lo hacen los terremotos y temblores. Ni el gobierno ni el resto de la élite político-económica se prepararon para prevenir y mitigar el impacto. Una catástrofe derivada de un virus, capaz de alterar tan profundamente el curso de nuestras vidas, no estaba presente en el discurso o en la institucionalidad.
Para los salubristas, y los que estudiamos la gobernanza del riesgo de desastres, el destructivo impacto de la pandemia nos parece el lógico resultado de nuestra falta de preparación y frágil resiliencia frente a una amenaza sepultada en libros de historia de Chile del siglo pasado. No construimos cimientos profundos para la pandemia, como sí lo hicimos al construir infraestructura resistente a los movimientos telúricos.
El gobierno, desde un principio, asumió el virus como un desafío puramente hospitalario y una carrera por reforzar la capacidad para asistir a la mayor cantidad de personas contagiadas.Pero la estrategia más utilizada durante toda la pandemia ha sido la improvisación. Incluso ahora, el plan de desconfinamiento a todas luces es improvisado, riesgoso y poco cauteloso.
Hace tres meses, cuando propuse partir de cero para evitar la catástrofe, y muchos científicos y expertos ofrecían soluciones que apuntaban a romper con la cadena de contagio (con énfasis en la prevención y mitigación), la reacción del gobierno fue de un rechazo defensivo. Dos semanas más tarde, el ministro de Salud renunció. El gobierno, sin embargo, no ha cambiado a una estrategia que apunte a un radical corte de los contagios diarios.
Las personas están exhaustas en un confinamiento que no ha sido efectivo, a pesar del gran costo económico, social, emocional y familiar que tiene. No se puede seguir improvisando. Tampoco se puede gestionar del modo hermético y autoritario la pandemia, donde la ciudadanía es foco siempre de una fiscalización más dura.
El desconfinamiento requiere recuperar la credibilidad, confianza y la participación ciudadana. Es esencial la colaboración de las comunidades y los territorios en el diseño, implementación y evaluación de las medidas. Para ello se requiere empoderar y coordinar a los gobiernos locales.
Si no somos capaces de modificar la estrategia, el gobierno está generando las condiciones para tener que decidir si el proceso constituyente necesita ser aplazado otra vez. La improvisación seguirá enfermando, matando y reconfinando a las personas. La herida que eso produce no se resuelve con más respiradores. La ciudadanía se merece mucho más que decisiones tomadas para unos días o un par de semanas. Estamos en un momento crítico y necesitamos un plebiscito seguro, aun cuando la pandemia no esté completamente controlada. Hace tres meses llamé a pensar en la primavera.