María José Benavente Bargetto, administradora pública, magíster en política y gobierno.
En una sociedad con valores democráticos, tanto los líderes políticos como la ciudadanía y sus grupos organizados, deberían replantearse día a día la prudencia respecto de la organización del poder. En Chile ese cuestionamiento se ha dado con fuerza y con múltiples iniciativas que exigen un cambio que responda a los nuevos desafíos.
Un país que emprenda un camino descentralizador se espera con ansias. Las leyes 21.073 y 21.074 han salido adelante, pero con respaldo titubeante y tardío por el gobierno, por razones que no miran más allá del inmediatismo, los intereses personales y una cultura de discriminación arbitraria a la capacidad regional y su capital humano.
El centralismo es un pilar fuerte en el que se sustenta la reproducción de las desigualdades territoriales, cuya justificación se centra en el mejor camino para la estabilidad y el crecimiento. Argumentos que han sido estirados hasta cortarse, dando como resultado una fuerte fractura social con serios cuestionamientos a la institucionalidad vigente y altísimos índices de desconfianza a esos mismos políticos que pregonan insistentemente en estos discursos conservadores.
Actualmente los consensos están puestos en velar por la integralidad de los territorios, donde las decisiones políticas no sean fragmentadas y desconectadas con la realidad local y regional, donde las instancias del diálogo sean el principal camino para tener visiones holísticas de desarrollo, que produzcan efectos inclusivos y equilibrados entre las regiones y en la mejora de la calidad de vida de las personas.
La centralización es útil siempre y cuando se desligue del autoritarismo y la soberbia. El centralismo debe tener un enfoque centrado en el liderazgo, la facilitación del diálogo y en iniciativas de colaboración que acompañen a los territorios para que estos construyan una visión esperanzadora de desarrollo inclusivo que beneficie a sus habitantes. El gobierno central debe hacer conversar a los territorios y no imponerse sobre ellos.